Buscar este blog

viernes, 21 de diciembre de 2012

Roll out

Hola de nuevo. Ya ha pasado bastante tiempo desde la última actualización que escribí aquí, así que es un buen momento para redactar una nueva entrada antes de volver a casa por Navidad.

Como supongo que os imaginaréis, toca otra entrada ñoña. Voy a intentar darle un toque más optimista que otra cosa y no voy a hablar de mi vida, que ya estáis hartos; pero voy a utilizar, como siempre, mi experiencia personal para dar una especie de consejo.

No quiero hablar de mis movidas esta vez, pero es inevitable citar el porqué de lo que escribo para que parezca que viene a cuento. Recientemente he tenido algunos días de crisis existencial. No hablo de crisis sobre el futuro de uno mismo o la vida en general ni de quejas acerca de cómo está el mundo o lo mal que me va. De hecho, esto último sería faltar a la verdad ya que, como dice mi padre, uno tiene el tipo de preocupaciones del que os hablo cuando tiene todas las demás necesidades vitales cubiertas. Hablo de crisis de personalidad, por amoríos o simplemente por rayadas filosóficas de especial relevancia para nosotros (exacto, lo de los ejemplos es mi forma de no deciros cuál fue mi caso). Hablo de esas historias que retrasan infinitamente la hora a la que consigues dormirte y en las cuales te despiertas pensando a mitad de la noche o por la mañana. Hablo de pensamientos que te desconcentran en el trabajo, a los que se te va siempre la mente cuando debes prestar atención a algo y con los que tienes la sensación constante de estar perdiendo el tiempo. Sí, hablo de esas escasas cosas que pueden sacarle una lagrimilla a las personas menos lloronas.

Obviamente, todos los que hemos pasado por algo así tenemos nuestros recursos. Unos recurren a música suave que los relaja pero que, normalmente, los mete más aún en la mierda. Otros, como yo, tendemos a contrarrestar ese estado con música fuerte o al menos motivante, que para mí es algo como esto:



A veces ni siquiera nuestra música favorita o más animada es suficiente para hacer nada. En esos momentos se suele tirar de amigos. Uno le cuenta sus movidas al primer amigo que pilla y se desahoga un montón, recibe consejos, comprensión y en ocasiones esperanza. Ya os digo que eso suele durar un rato, puede que algo más pero tampoco demasiado. Cuando he recurrido a lo anterior a mí siempre se me ocurre hacer lo que me gusta denominar "llamar al kraken" (expresión que usan también en Cómo conocí a vuestra madre, por cierto :)), que no es otra cosa que hablar con tu mejor amigo. Y no, no es lo mismo que hablar con otro amigo. El mejor amigo es un ente distinto, es esa persona que sólo te da un silencio y un gesto (los cuales entiendes como una frase elaborada), a la que contestas de la misma manera y que te responde con un "qué hijo de puta jajajaj". Quien tiene mejor amigo sabe lo que es esto. Tengo que decir que esto es lo máximo que puede conseguir una persona distinta a ti mismo, pero en casos muy fuertes ni siquiera el kraken puede hacer que perdure la sensación de bienestar.

¿Entonces cuál es la solución? ¿Tirarse por un puente gritando "adiós, mundo cruel"? Obviamente, no. A mí esa me parece la salida radical, fácil y cobarde. ¡Y no resuelve nada tampoco! Imaginad que hay algo después de la muerte pero seguís con la misma movida, menudo estropicio... La que me sirvió a mí es mucho más simple de lo que imagináis seguramente: hacer deporte. Y me refiero a cansarse, a sudar hasta que notas que te tiembla el cuerpo y te escuece la garganta. ¿Que está lloviendo en el momento crítico? Pues mejor, ponte un chubasquero y sal de todas formas porque le dará un mayor toque épico. Tampoco creo que sirva cualquier deporte, cada uno tendrá que encontrar el suyo. Creo que tiene que ser uno que exija realmente concentración y atención para que tu mente trabaje solamente en eso. A mí, por supuesto, lo que me sirve es el ciclismo. Claro que tiene cierto significado emocional y efecto por sugestión ya que lo relaciono con mi pueblo, mi lugar de desconexión de todo; pero pienso que funciona porque sabes que un error te puede mandar bien lejos. En Bilbao ya os digo que un error yendo a mi velocidad es acabar en la ría, debajo de un coche o contra el peatón despistado de turno. Y tener esa sensación de peligro constante te obliga a concentrarte, a prestar atención a cada detalle del entorno y cada movimiento de tu cuerpo. Y si estás resfriado casi mejor, le da una puntuación extra de desafío y hacer esfuerzos te da la impresión de que te estás limpiando por dentro. Al día siguiente creerás que te estás muriendo, pero pensarás que lo hiciste por una buna razón y que funcionó jaja. Así que, como decía Arma blanca: "Ocupa tu tiempo, un deporte o un arte marcial es esencial, no ahogues tus penas en un vaso de cristal".


La parte de llegar a cansarse es también vital para agradecer la llegada a casa y sobre todo la ducha calentita. ¡La ducha es una parte vital del ritual, no seáis guarros! Te da ese punto de relajación y limpieza final que necesitas para volver a coger las riendas de tu vida xDD.

Nada más por hoy, gentecilla. Ya sé que no es nada del otro mundo, pero si lo esperabais es que tampoco conocéis tanto mi blog. Buenas noches y hasta otra.