Bienvenidos otra vez después de 2 meses. Siento no haber actualizado el blog en todo este tiempo, pero como casi todos sabréis he pasado por una etapa un poco movidita en la que necesitaba pensar más y escribir menos. Hoy os voy a deleitar (sí, es ironía) con una entrada un poco diferente, espero, y más cercana al tipo de entradas que tenía pensado redactar cuando abrí Nayrubiólogo. Hoy os hablaré de las impresiones que me he llevado en estos últimos meses de la región que se ha convertido en mi nuevo hogar :), más concretamente de la gente de aquí.
Antes que nada quiero hacer una aclaración: estoy en Bilbao y la mayoría de personas que conozco por esta zona son de aquí o los alrededores. De hecho, gran parte son doctorandos o predoctorandos del ámbito de las neurociencias. Lo digo para que quede claro que mi visión está muy sesgada, pero creo que no me equivoco con muchas cosas que me atreva a decir más en general (y generalizar está mal, pero se puede sacar algo de la sensación en conjunto).
Tengo que empezar diciéndoos algo: si venís, olvidaos de todo lo que os han dicho. Hablo en serio. Olvidaos de comentarios sobre la extensión del apoyo al terrorismo, sobre lo cerrados que son los vascos o sobre el uso del euskera si saben que no lo entiendes. Os digo que no he conocido a gente tan empática, abierta y agradable en ninguna parte del Estado como aquí. Obviamente, no he vivido tanto tiempo en otro sitio salvo en Madrid, pero la diferencia me parece abismal y de todas maneras empecé a percatarme cuando llevaba menos de una semana de vacaciones aquí. Por poner un ejemplo, me llamó la atención la amabilidad de la gente cuando vi cómo una anciana se jugaba la vida cruzando una calle para poder acercarse a indicarnos por dónde se iba a la playa. Y me han dado ejemplos de cercanía cada día hasta ayer mismo por la noche, cuando una chica en un garito me regañó por disculparme al intentar pasar entre la multitud.
He de mencionar que me sorprendió especialmente una cosa cuando empecé a vivir en Bilbao: que a pesar de ser objeto de tantos prejuicios, de que en general los medios de comunicación no cuenten las verdades que deberían y de la represión que ha sufrido aquí la gente tanto desde dentro como desde fuera siempre están dispuestos a escuchar tu versión, a ser comprensivos con ella y a explicarte la suya para que veas que no son incompatibles. De hecho, es común que te reconozcan y se fijen en los detalles positivos que puede demostrar la gente de fuera, como que no te creas los estereotipos que te han contado o que incluyas alguna que otra palabra en euskera en las conversaciones que mantienes con ellos. No he encontrado lugar donde me hayan hecho más la pelota por detalles tontos o cualquier esfuerzo que haya hecho por integrarme en mi piso, el laboratorio, la facultad o las salidas de pintxo-poteo. Y lo mejor es que te halagan con sinceridad por tonterías que tú das por hecho que debes hacer. Más aún, no ha habido ambiente en el que me hayan invitado a planes tan pronto y que me obliguen a conocer a más gente y darme cuenta de que la forma de ser de la que os hablo no se restringe a los contactos más directos. Hasta he tenido que darles la razón en que los madrileños somos más bordes jajaja (parece que ni las chicas de fiesta son antipáticas con los ligones borrachos y pesados de turno).
Otra virtud en la que te terminas fijando es lo intuitivo que les resulta tenerte en cuenta e intentar hacerte la vida más fácil. Desde avisarte de cuándo van a pedir o a hacer una comida especial hasta que un desconocido que pasa por la calle vea cómo miras fijamente tu calzone y te deje una navaja para cortarla sin que le digas nada. La amabilidad llega a veces hasta el punto de que vayan a recoger a un amigo tuyo al que no conocen a la estación de autobuses y le den una vuelta por la ciudad hasta que puedas llegar tú. A veces creo que simplemente les gusta verte contento, se dan cuenta de lo que necesitas y te lo dan. Y como se te acaba contagiando esa costumbre, pasa a ser un círculo de retroalimentación positiva del que es difícil salir sin convertirte en un ser despreciable.
Por hoy creo que es suficiente, aun sin extenderme más seguro que alguna hace que me arrepienta de haber publicado esto :P. No he terminado diciendo ni la mitad de cosas que se me ocurren a veces, pero espero que sepáis captar la esencia del asunto y entendáis por qué me siento ya uno de ellos. Y eso no tiene nada que ver con rechazar mis orígenes, tiene que ver con dónde me siento más a gusto sin tener que recurrir a personas concretas. Un saludo y espero que hasta pronto, aguur