Buscar este blog

domingo, 9 de septiembre de 2012

Primeros días

Saludos de nuevo. Aunque estéis acostumbrados a que escriba poco a menudo, ya habéis visto que últimamente con tantos cambios estoy dejando esa costumbre en favor de escribir parrafadas para vuestro disfrute jaja. En esta ocasión intentaré escribir en párrafos más cortos condensando la información para que la experiencia resulta más intensa.

En primer lugar, el piso que comparto con dos doctorandas no está mal. Es un poco viejo pero de espacio está bien y los dos aseos facilitan que no haya muchas esperas indeseadas, sobre todo por la mañana. Mi haitación es un poco más pequeña que la de Madrid, pero como no me he traído todo lo que había allí tengo espacio de sobra. Algunas cosas de las que no he prescindido para sentirme más en casa son los peluches de Chopper y de una neurona cortical, la figura de Nico Robin y la de un dragón.

En cuanto a mis compañeras de piso, las dos son supersimpáticas y de momento nos amoldamos bastante bien en los tiempos de baño, cocina, etc. Sus novios se pasan en casa todo el tiempo que están ellas pero me caen tan bien o mejor que ellas, así que por ese lado no me quejo a pesar de vuestros deseos de leer sobre alguna discusión mía con ellas. ¡Morbosos!

La zona es lo mejor, casi todo lo necesario está cerca y la gente es muy agradable. No os engañéis, también hay canis, pero muchos menos que en Madrid. Bilbao es pequeño en comparación con nuestra gran capital, pero se agradece mucho poder ir andando si te apetece a cualquier lado. El metro tiene sólo dos líneas, por lo que las estaciones están más lejos entre sí pero la sencillez te ahorra transbordos infinitos y paradas cada cientos de metros. El billete Creditrans no es un abono, todo hay que decirlo, pero sirve para todos los medios de transporte, no necesitas tarjeta de identificación, se puede transferir a otras personas y usarse para varias en el mismo viaje, lleva el descuento aplicable a los billetes de diez viajes y en los transbordos se te aplica otro descuento más. Es como la evolución de un metrobús en todos los sentidos. Por ejemplo, el que acabo de comprar metiendo 15 € tiene aún un importe de 11,88 después de cuatro viajes en metro.

En el laboratorio hay muy buen ambiente, los jefes son jóvenes también y eso se nota a la hora de trabajar para ellos. El primer día no me mandaron casi nada porque era viernes, me dejaron un sitio con ordenador y encima mis jefes nos invitaron a comer fuera a los tres becarios para celebrar que les habían dado el Plan Nacional, por lo que no me puedo quejar en absoluto. Ya os contaré más adelante cuando tenga que hacer cosas de verdad.

Y no podía faltar un apartado sobre las Magic. Ya he jugado dos torneos en una tienda que he encontrado pequeñita pero muy familiar en la que he comprado un pack que en Madrid o internet se vende como mínimo por 15 € más de lo que me ha costado a mí y ya me conoce todo el mundo, me tratan como a uno más y son más majos que los pros de las tiendas grandes, como suele pasar. Y esa es una de las razones por las que juego a Magic, sin ellas habría estado el primer fin de semana solo y sin saber mucho que hacer salvo salir a dar una vuelta. True story.

De momento nada más, amigos. No quería que fuera una entrada muy pomposa para no perder mucho tiempo y evitar detalles tontos, los que queráis saber más preguntad. Un abrazo y hasta pronto

martes, 4 de septiembre de 2012

Un redoble de tambores, por favor (III)

Por fin llega el tan esperado desenlace. Siento haberme enrollado tanto, empecé pensando terminar en una sola entrada pero según escribía me iba dando cuenta de todo lo que iba a dejar de contar si lo acortaba tanto.

Como os iba diciendo anoche, finalmente conseguí compañeros y plan para despedirme de este último verano de estudiante como Dios manda. Cuando ya estaban casi todos los preparativos listos y a menos de un día de la salida me escribió la amiga a la que pretendía dar una sorpresa para decirme que al final no iba a poder ir a Laredo hasta la última jornada que me quedaba yo o más tarde (porque veréis, para no cagarla utilicé con su permiso a mi gancho como excusa para preguntarle a esta chica cuándo iba, ya que ellas dos no podían contactar entre sí). No teniendo internet ninguno de los dos al llegar allí ni ella móvil con línea española iba a resultar complicado verse allí finalmente, así que tuve que confesar mi intención para al menos intentar buscar allí la forma de vernos. Con todo el equipaje preparado y los billetes de autobús comprados no se podía hacer otra cosa que ir a pasárselo bien y cruzar los dedos para que los planetas se alineasen.

Así que allí nos plantamos con toda nuestra parafernalia, disfrutando de la playa, nuestras recetas improvisadas y competiciones absurdas hasta nuestro último día en el norte. Después de recoger todo, tomarnos la sangría y que nos guardasen las cosas, mis amigos me presionaron para irse a la playa como despedida, por lo que no habiendo ningún plan mejor hacia ella nos dirigimos. Tras quemarnos al sol y remojarnos un poquito por última vez nos quedamos sentados en un bordillo del paseo marítimo para hacer tiempo hasta coger el autobús de vuelta. En esto que levanto la cabeza y veo a una chica que se parece a la amiga de la sorpresa, lo atribuyo al efecto de la sangría y sigo girando la cabeza... hasta que veo a una señora igualita que su madre. Cuando se dan esas dos casualidades uno puede decirse a sí mismo que es aún un espejismo por el alcohol porque en un pueblo relativamente grande y con una playa tan extensa es muy difícil encontrarse por azar o puede tirarse al fango y arriesgarse a quedar como el culo. Lo cierto es que no soy una persona con mucha vergüenza a día de hoy, por lo que tiré por la segunda opción y acerté. Al final sí que se alinearon los planetas, tampoco voy a protestarles porque lo hicieron en el último momento...

Y esa ha sido la historia de mi viaje. Cuando uno va a hacer tantos kilómetros por dos personas además de otras razones se espera algo muy especial y cuando vuelve es típico pensar que no ha sido para nada como creía, pero como me dijo cierta conocida reciente: "Algo es especial cuando tú crees que es especial"; así que me quedo con lo más bonito y unas cuantas fotos para el recuerdo.

Ahora uno se encuentra aquí de vuelta de este y otro viaje con mis padres a Bizkaia, después de haber visto el piso y los alrededores, rodeado de cajas llenas y tras emotivas despedidas y siente que todo se ha parado por un momento, como si fuese la calma que precede a la tempestad. Abrir cajones para localizar objetos útiles que llevarme y encontrarme servilletas firmadas por mis amigos en quedadas famosas, recetas de cócteles secretos creados por nosotros o listas de frases de profesores de la facultad no tiene precio, pero hoy más que nunca hay que avanzar. No se van a mover de ahí, así que estarán esperándome cada vez que vuelva para hacerme recuperar una parte de mi pasado.

Esta es mi despedida final. No habrá cuarta ni siguientes partes para vuestro alivio y el mío, pero tened claro que pronto escribiré otra vez para hablar sobre mi llegada e instalación y sobre las primeras discusiones con mis compañeras de piso jaja. Para quien tenga curiosidad, la idea del título la saqué al acordarme del del capítulo trece de la primera temporada de Cómo conocí a vuestra madre. Hasta pronto.

Un redoble de tambores, por favor (II)

Hola otra vez. En esta ocasión no os he hecho esperar nada, pero como dejé la entrada de ayer sin terminar no os podía dejar con semejante intriga xD.

Continuaré entonces por donde lo dejé, en concreto con lo de la "locura". Cuando uno sabe que se va a ir lejos supongo que es común pensar en hacer algo especial antes de irse, ya sea un viaje, una anécdota legendaria que contar o simplemente una celebración que recordar. En mi caso no tuve esto presente hasta bien avanzado el curso, según vi que se iba acabando mi tiempo en la facultad, en el barrio y en general en esta comunidad. Llegado ese momento, a uno le empieza a entrar la sensación de soledad por adelantado. Esa distancia emocional previa a la física te hace ver muchos episodios posteriores como si los estuvieras rodando, tratando de recordar por qué te hizo gracia cierto comentario, la sonrisa que tenía determinada persona o la jugada maestra que te destrozó la partida (lo siento, mi transición durante este año no se explica sin Magic jaja). Esa necesidad de recordar el periodo anterior a tu marcha te hace ver tu entorno de otra forma, te empuja a quedarte con más cosas buenas que malas para retener solo las primeras y poder pensar algún día en lo felices que fueron esos últimos días de universidad.

Como os habréis imaginado, cuando se tienen una entrevista para una convocatoria de becas, todos los exámenes y trabajos de junio y papeles que arreglar delante tampoco se llega a recapacitar tanto sobre esa chispa más con la que quieres finalizar tus fuegos artificiales de despedida. De todas maneras, tampoco he sido nunca una persona que hace planes de viaje con mucho tiempo de antelación porque me gusta dejarlos para cuando conozco las fechas de mis deberes durante las vacaciones. Que sí, que muchas veces se pueden cuadrar después las cosas, pero yo me quedo más tranquilo sabiendo que tengo el verano libre hasta que decido que cierta semana puedo irme sin peligro. Por esta forma de ser mía es entonces lógico pensar que la idea del viaje se iba a quedar en nada según avanzase el verano, y así lo pensé yo.

Todo esto quedó así hasta que llegó el último examen y con él la fiesta de despedida de una compañera Erasmus con la que había compartido más de medio curso e intensas horas de laboratorio y frente al microscopio de fluorescencia. Cuando una persona a la que conoces de eso y poco más y con la que te has comportado como con cualquier otro compañero (de bien, se entiende :P) se despide de ti con un abrazo, llorando y agradeciéndote cada tontería que has hecho por ella algo te tiene que trastocar. No estoy hablando de mayores intenciones, sino de cierta conmoción por ese reconocimiento sincero. No sé a vosotros, pero a mí algo así me lleva a prometerle a esa persona que os volveréis a ver en Francia, España o donde sea. Y daba la casualidad de que veraneaba en Laredo, realmente tengo suerte algunas veces :D.

A partir de entonces, enseguida se me tornó Laredo un destino perfecto: relativamente cercano, con playa y con alguien que funcionase como gancho allí para darle la sorpresa a mi Erasmus favorita. No obstante, no podía ser tan fácil. La gente que se ha demostrado dispuesta a irse de viaje conmigo poco a poco se fue cayendo de mi lista según se iban con sus respectivas parejas, se daban cuenta de la necesidad de ahorrar para una emigración similar a la mía o se ponían a trabajar. No lo digo con ninguna acritud, si no se puede no se puede y yo lo comprendo. Así que me empecé a hacer a la idea de que o iba solo o me quedaba en tierra. Y claro que podía ir por mi cuenta, pero os aseguro que estar de cámping en un destino desconocido solo y sin saber el tiempo que podrán pasar las personas que se encuentran allí contigo es bastante triste.

Una versión resumida de todo este rollo le estaba contando a una reciente conocida en un bar cuando me contestó: "Pues me voy yo contigo". Cuando me recuperé de mi expresión de asombro y pregunté las veces necesarias para asegurarme de que me estaba hablando en serio nos pusimos a planearlo todo, a lo que se nos unió contra todo pronóstico mi mejor amigo in extremis. Os estoy hablando de tres días antes de la fecha de salida que cuadraba bien con el resto de mis quehaceres, así que imaginaos la velocidad a la que tuvimos que preparar todo, gracias en parte a mi gancho, y lo calculado que estaba para que mi madre no protestase ni un poquito por la excursión improvisada que habíamos montado en un momento.

Lo siento, pero aquí me quedo sin haber terminado tampoco hoy. Os prometo que mañana finalizaré la trilogía, que no convertiré esto de repente en una saga de seis volúmenes y que no empezaré con un "no hay dos sin tres", que ya habréis escuchado este año esa expresión demasiadas veces. Un saludo.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Un redoble de tambores, por favor

Bueno, pues llegó el momento. Me voy. Siento no haber escrito nada en agosto, ha sido un mes un poco caótico y sentía que tampoco tenía nada que decir. No es que esta sensación haya cambiado mucho, pero supongo que ya es hora de poner un poco en orden mis pensamientos.

Como ya habréis adivinado, esta es una actualización de despedida de Madrid, de esta gran etapa de mi vida y de muchas personas a las que dejaré de ver parcial o casi totalmente, dependiendo del caso. Y para ello debo contar algo de la retrospectiva interior que me ha llevado a este final. ¿Que va a ser largo? No lo dudéis, he empezado a escribir a las once de la noche y me da miedo la hora a la que podría acabar, pero trataré de resumir por el bien de todos.

Voy a empezar de una forma curiosa, con una pregunta: ¿por qué me voy? Probablemente los que hayáis llegado hasta este blog ya hayáis oído esa respuesta de mi boca muchas veces, pero si consideráis que ocultar información es mentir, aunque me cueste reconocerlo os he mentido a todos (bueno, pensándolo fríamente según esa premisa no hago nunca otra cosa que mentir). Claro que me voy porque es una oportunidad magnífica, con un grupo muy bueno que creo que tiene mucho futuro y cuyo tema me encanta. Eso ya lo sabéis y es, por supuesto, la razón decisiva para largarse a hacer otra vida. No obstante, no puedo por menos que decirme a mí mismo, en mi afán de autocrítica constante, que es algo parecido a una excusa. Me voy porque es el momento perfecto para sufrir un cambio drástico sin que parezca que lo hago por despecho.

Dicho de esa manera queda muy frío y quizás dé la sensación de que voy de víctima ahora. No me estoy quejando de lo mal que me ha tratado la vida, de lo que me ha despreciado la gente ni nada por el estilo. He tenido suerte en muchas cosas y los estudios, entre otras, han sido una de ellas. Que sí, ya sé que diréis que ha sido resultado de mi trabajo y no seré yo quien os lo niegue, pero he tenido la suerte de que se me den bien algunas aptitudes útiles para estas historias. No voy a relatar ahora todo en lo que he tenido suerte, era un ejemplo para que os deis cuenta de que no menosprecio lo bueno que me ha pasado. Sin embargo, creo que tengo derecho a quejarme de una frecuente sensación de incomprensión en todos los sitios por los que he pasado a lo largo de mis algo más de dos décadas.

Qué os voy a decir que no sepáis, soy un rarito. Siempre he tenido ideas extrañas en relación a mi ambiente y he intentado comprobar cuáles son más racionalmente correctas para retocarlas y tratar de mejorar aunque sea un poquito mi mundo. Si creyese que lo estoy consiguiendo no estaría escribiendo esta entrada, ya que quitando contadas ocasiones le tengo que dar gran parte de la razón a mi amigo House: la gente no cambia. Como me estoy yendo mucho por las ramas os estaréis preguntando qué tiene todo esto que ver con los motivos de mi marcha. Está un poco cogido con pinzas, pero en esencia es sencillo: como este ambiente no me ha convencido nunca mucho siempre he necesitado constantes chispas de novedad. Nuevas asignaturas, gente a la que conocer, lugares que visitar, ya me entendéis. Esa ha sido mi táctica para sacarle provecho a mi vida y siempre he conseguido ser feliz, pero notaba la necesidad de un cambio mayor, más radical y que exigiese más esfuerzo por mi parte.

Si sois inteligentes os habrá quedado más o menos claro por lo que llevamos que me estoy yendo por la tangente, que no pienso hacer una crítica de todo lo que me ha fastidiado más o menos durante estos años. No es el objetivo de este blog desfogarme ni poner verde a nadie, pero también creo que os hacéis una idea aproximada. Al final uno acaba quemado de un barrio que huele a viejo y abandonado, de la hipocresía, falsedad, pasividad y egoísmo de mucha gente, del reaccionario sistema de hacer las cosas de políticos y otros altos cargos varios y de la falta de personalidad y exigencias de los que los siguen. Y qué leches, ya que he empezado también de los prejuicios y el miedo a lo desconocido o a la mejora. Pues qué os voy a decir, después de todo este tiempo en Madrid y con todas las comodidades y oportunidades que ofrece al final me voy a un laboratorio vasco con una beca catalana. Algo debe de fallar cuando aquí se potencian cada vez menos ambos, ¿no? Y que luego se quejen de la fuga de cerebros lo que quieran, si son cerebros no son tontos... (que no me refiero a mí, leches, me refiero a lo que ofrecen en comparación con otras regiones o países y a que la gente inteligente no llega lejos conformándose con lo primero que venga).

No me quedaría a gusto, de todas formas, si no mencionase que a pesar de todo he conocido a gente maravillosa. Desde amigos que te siguen al fin del mundo hasta simples conocidos que se empeñan en hacerte la vida más fácil sin conocerte porque sí, porque es lo que les parece bien hacer; pasando, por ejemplo, por esos incatalogables que te conocen de toda la vida y cada vez que te ven te dicen que llegarás lejos. Va también por esos profesores incansables e incorruptibles que se esfuerzan por mejorar cada día a sí mismos y sus estudiantes, que te recargan la ilusión perdida por sus más comunes y vagos colegas. Querría además hacer una mención especial a esos enemigos acérrimos que te odian desde lo más profundo de su ser pero te respetan o que simplemente te dan razones para esforzarte más. Y, curiosamente, también a esas personas que fueron muy cercanas a ti con las que, por encarnizadas discusiones u opuestas opiniones, se rompió la amistad, pero te hicieron aprender tantas cosas de la vida que eres incapaz de dejar de apreciarlas y te siguen deseando lo mejor.

Por todo lo que a grandes rasgos (a pesar de las parrafadas) os acabo de explicar es por lo que necesitaba adaptarme a un mundo nuevo y por lo que vi en esta oportunidad la posibilidad de hacerlo. Llegado el momento en que te has convencido a ti mismo, a tu familia y a tus amigos de que te vas para comenzar una nueva etapa, te ataca cierta sensación de vacío. Te empiezas a hacer las típicas preguntas: ¿me quedaré allí?, ¿irán a verme de vez en cuando? o ¿hasta dónde me va a afectar este cambio? En ese punto empiezas a plantearte si quieres terminar aquí así, a preguntarte de quiénes vas a despedirte y a pensar en hacer alguna "locura" antes. Y por ahí empezaré mañana en la continuación de esta entrada, que se me ha hecho muy tarde. De hecho no es mañana sino luego, pero el caso es que me voy a descansar. Buenas noches.