Buscar este blog

lunes, 3 de septiembre de 2012

Un redoble de tambores, por favor

Bueno, pues llegó el momento. Me voy. Siento no haber escrito nada en agosto, ha sido un mes un poco caótico y sentía que tampoco tenía nada que decir. No es que esta sensación haya cambiado mucho, pero supongo que ya es hora de poner un poco en orden mis pensamientos.

Como ya habréis adivinado, esta es una actualización de despedida de Madrid, de esta gran etapa de mi vida y de muchas personas a las que dejaré de ver parcial o casi totalmente, dependiendo del caso. Y para ello debo contar algo de la retrospectiva interior que me ha llevado a este final. ¿Que va a ser largo? No lo dudéis, he empezado a escribir a las once de la noche y me da miedo la hora a la que podría acabar, pero trataré de resumir por el bien de todos.

Voy a empezar de una forma curiosa, con una pregunta: ¿por qué me voy? Probablemente los que hayáis llegado hasta este blog ya hayáis oído esa respuesta de mi boca muchas veces, pero si consideráis que ocultar información es mentir, aunque me cueste reconocerlo os he mentido a todos (bueno, pensándolo fríamente según esa premisa no hago nunca otra cosa que mentir). Claro que me voy porque es una oportunidad magnífica, con un grupo muy bueno que creo que tiene mucho futuro y cuyo tema me encanta. Eso ya lo sabéis y es, por supuesto, la razón decisiva para largarse a hacer otra vida. No obstante, no puedo por menos que decirme a mí mismo, en mi afán de autocrítica constante, que es algo parecido a una excusa. Me voy porque es el momento perfecto para sufrir un cambio drástico sin que parezca que lo hago por despecho.

Dicho de esa manera queda muy frío y quizás dé la sensación de que voy de víctima ahora. No me estoy quejando de lo mal que me ha tratado la vida, de lo que me ha despreciado la gente ni nada por el estilo. He tenido suerte en muchas cosas y los estudios, entre otras, han sido una de ellas. Que sí, ya sé que diréis que ha sido resultado de mi trabajo y no seré yo quien os lo niegue, pero he tenido la suerte de que se me den bien algunas aptitudes útiles para estas historias. No voy a relatar ahora todo en lo que he tenido suerte, era un ejemplo para que os deis cuenta de que no menosprecio lo bueno que me ha pasado. Sin embargo, creo que tengo derecho a quejarme de una frecuente sensación de incomprensión en todos los sitios por los que he pasado a lo largo de mis algo más de dos décadas.

Qué os voy a decir que no sepáis, soy un rarito. Siempre he tenido ideas extrañas en relación a mi ambiente y he intentado comprobar cuáles son más racionalmente correctas para retocarlas y tratar de mejorar aunque sea un poquito mi mundo. Si creyese que lo estoy consiguiendo no estaría escribiendo esta entrada, ya que quitando contadas ocasiones le tengo que dar gran parte de la razón a mi amigo House: la gente no cambia. Como me estoy yendo mucho por las ramas os estaréis preguntando qué tiene todo esto que ver con los motivos de mi marcha. Está un poco cogido con pinzas, pero en esencia es sencillo: como este ambiente no me ha convencido nunca mucho siempre he necesitado constantes chispas de novedad. Nuevas asignaturas, gente a la que conocer, lugares que visitar, ya me entendéis. Esa ha sido mi táctica para sacarle provecho a mi vida y siempre he conseguido ser feliz, pero notaba la necesidad de un cambio mayor, más radical y que exigiese más esfuerzo por mi parte.

Si sois inteligentes os habrá quedado más o menos claro por lo que llevamos que me estoy yendo por la tangente, que no pienso hacer una crítica de todo lo que me ha fastidiado más o menos durante estos años. No es el objetivo de este blog desfogarme ni poner verde a nadie, pero también creo que os hacéis una idea aproximada. Al final uno acaba quemado de un barrio que huele a viejo y abandonado, de la hipocresía, falsedad, pasividad y egoísmo de mucha gente, del reaccionario sistema de hacer las cosas de políticos y otros altos cargos varios y de la falta de personalidad y exigencias de los que los siguen. Y qué leches, ya que he empezado también de los prejuicios y el miedo a lo desconocido o a la mejora. Pues qué os voy a decir, después de todo este tiempo en Madrid y con todas las comodidades y oportunidades que ofrece al final me voy a un laboratorio vasco con una beca catalana. Algo debe de fallar cuando aquí se potencian cada vez menos ambos, ¿no? Y que luego se quejen de la fuga de cerebros lo que quieran, si son cerebros no son tontos... (que no me refiero a mí, leches, me refiero a lo que ofrecen en comparación con otras regiones o países y a que la gente inteligente no llega lejos conformándose con lo primero que venga).

No me quedaría a gusto, de todas formas, si no mencionase que a pesar de todo he conocido a gente maravillosa. Desde amigos que te siguen al fin del mundo hasta simples conocidos que se empeñan en hacerte la vida más fácil sin conocerte porque sí, porque es lo que les parece bien hacer; pasando, por ejemplo, por esos incatalogables que te conocen de toda la vida y cada vez que te ven te dicen que llegarás lejos. Va también por esos profesores incansables e incorruptibles que se esfuerzan por mejorar cada día a sí mismos y sus estudiantes, que te recargan la ilusión perdida por sus más comunes y vagos colegas. Querría además hacer una mención especial a esos enemigos acérrimos que te odian desde lo más profundo de su ser pero te respetan o que simplemente te dan razones para esforzarte más. Y, curiosamente, también a esas personas que fueron muy cercanas a ti con las que, por encarnizadas discusiones u opuestas opiniones, se rompió la amistad, pero te hicieron aprender tantas cosas de la vida que eres incapaz de dejar de apreciarlas y te siguen deseando lo mejor.

Por todo lo que a grandes rasgos (a pesar de las parrafadas) os acabo de explicar es por lo que necesitaba adaptarme a un mundo nuevo y por lo que vi en esta oportunidad la posibilidad de hacerlo. Llegado el momento en que te has convencido a ti mismo, a tu familia y a tus amigos de que te vas para comenzar una nueva etapa, te ataca cierta sensación de vacío. Te empiezas a hacer las típicas preguntas: ¿me quedaré allí?, ¿irán a verme de vez en cuando? o ¿hasta dónde me va a afectar este cambio? En ese punto empiezas a plantearte si quieres terminar aquí así, a preguntarte de quiénes vas a despedirte y a pensar en hacer alguna "locura" antes. Y por ahí empezaré mañana en la continuación de esta entrada, que se me ha hecho muy tarde. De hecho no es mañana sino luego, pero el caso es que me voy a descansar. Buenas noches.

1 comentario: